Derechos de la Mujer, caminos a su consolidación

Por el 8 de marzo de 2019

Texto conjunto elaborado por las consejeras porteñas Vanesa Ferrazzuolo, Silvia Bianco y Lidia Lago

El 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, muchas son las referencias históricas que pueden buscarse en ese fecha, cuyas primeras evocaciones aparecen en las primeras décadas del Siglo XX. En ese sentido, la creciente trascendencia de las temáticas vinculadas a las problemáticas de género, de diversidad y de lucha contra la violencia hacia las mujeres, hacen, en la actualidad, del 8 de marzo un día de singular relevancia.

Un primer episodio que debe señalarse para entender la fecha elegida, fue en 1857, cuando en la antigua ciudad de Nueva York centenares de mujeres trabajadoras de la industria textil se movilizaron en las calles en reclamo de la igualación salarial respecto a sus pares masculinos. La respuesta por parte de las autoridades fue una brutal represión, que dejaron como saldo más de 100 muertes.

Otro hito histórico que pone al 8 de marzo como un día especial para la lucha por la igualdad entre los géneros, aconteció en 1917, en Rusia, cuando en pleno desarrollo de la Primera Guerra Mundial, las mujeres de aquel país llevaron adelante una multitudinaria huelga reclamando por paz y alimentación; las tremendas repercusiones de aquella jornada son dignas de asombro: el Zar ruso se vio obligado a abdicar y el gobierno previsional que lo sucedió declaró el derecho al voto femenino.

Estos episodios que aquí decidimos señalar, son los que le dan sustento histórico a la conmemoración en esta fecha. Sin perjuicio de ello, existen muchos otros que enmarcan su significación actual.  Desde 1993, el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia fue elevado a Derecho Humano Universal, en la Convención Mundial de Derechos Humanos de Viena. Esto marcó a la igualdad y la equidad entre mujeres y hombres como una prioridad para la comunidad internacional e intentó poner en las agendas nacionales el tema género.

El ímpetu con el cual las nuevas generaciones han tomado las reivindicaciones del feminismo histórico está dando un impulso poderoso, a los actuales reclamos y esta nueva concepción. Así es que hoy la fecha se enmarca en una síntesis que va del «venimos reclamando» al “debemos ser escuchadas”, desde hace unos años el 8 de marzo -8M- se realiza el paro internacional de mujeres, que bajo distintos tópicos, reclama exactamente aquello que la comunidad internacional puso en agenda. La igualdad entre mujeres y hombres, entendida también como no discriminación. La eliminación de funciones estereotipadas que entrañan violencia o coacción. La condena de los hechos de violencia contra las mujeres. Desalentar la impunidad de estos hechos, para evitar la tolerancia social a la violencia contra las mujeres. La participación en pie de igualdad con los hombres de la vida civil y política. Y declaman que los mismos sean considerados en toda su dimensión. Este movimiento nos convoca a repensar los estereotipos con los que crecimos, y nos lleva a poner en crisis el modelo patriarcal, que hizo y hace que sigan muriendo mujeres a causa de la violencia de género.

Debemos ser conscientes de que el Estado, está llamado a adoptar medidas concretas para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres. La justicia específicamente, debe desempeñar un rol preponderante para acompañar esta transformación, no solo a través de la prevención, investigación, persecución, enjuiciamiento, condena de los perpetradores de esos actos de violencia y reparación de toda violación de derechos humanos; sino también devolviendo el sentimiento de seguridad y confianza de las mujeres en los sistemas de administración de justicia.

Como representantes de la sociedad en estos espacios, nos sentimos en la obligación de recoger la tradición que tantas antes que nosotras han desarrollado, de estar a la altura de nuestra época.

Si en la Norteamérica de mediados de siglo XIX y en la Rusia de principios del XX, así como tantas a lo largo de la historia y en cualquier parte del mundo, las mujeres han puesto hasta su propia vida en riesgo persiguiendo estos ideales, hoy el contexto nos pide que recojamos esas banderas, que tomemos por asalto el protagonismo, que creemos herramientas para empoderar a las mujeres y las personas de identidades de género no binaria y pensemos mecanismos que generen, de una vez, la concreción de la igualdad de género, tantas veces declarada y nunca lograda.

Como operadoras de la justicia, como personas identificadas con la gestión pública en la administración de justicia, debemos entrar de lleno en la deconstrucción que la sociedad civil hoy demanda. Será solo a través de la desarticulación de las visiones estereotipadas de las y los ciudadanas y ciudadanos, que será posible instalar la perspectiva de género en la administración de justicia, que permita el acceso igualitario de las mujeres en el ejercicio de sus derechos y al goce de una vida libre de violencia.-