La seguridad como espectáculo

Por el 25 de octubre de 2016
Reflexiones criminológicas sobre cómo los medios de comunicación tratan las cuestiones vinculadas con el delito.

 

El análisis de la influencia de los medios masivos de comunicación sobre la llamada “sensación de inseguridad”, la figura del delincuente, como también sobre los funcionarios y magistrados del Poder Judicial, constituye un estudio que desde años ha interesado a la criminología. En la actualidad, el interés por dicho análisis se ha visto maximizado en el contexto de la situación que trasunta nuestro país, como otros, específicamente por la reciente sanción de la Ley de Medios Audiovisuales y la jurisprudencia asentada por la CSJN, implicando la generación de un nuevo paradigma en la forma en que los medios de comunicación deben asumir la responsabilidad de informar una noticia. Esto nos ha incitado a proponer una investigación en el tema que a continuación desarrollaremos con mayor detenimiento.

La hipótesis que motivó este estudio y que originó la iniciación del proyecto Derecho, Ciencia y Tecnología fundamentalmente partió del cuestionamiento del rol de los medios masivos de comunicación al momento de tratar los temas relacionados con la comisión de delitos, violencia o demás conductas consideradas “desviadas” por el derecho penal. Acreditamos la manipulación de algunas agencias de información, que producen y que tienden a instalar en la sociedad una sensación de inseguridad pero entendiendo a esta última desde un concepto restringido y no amplio.

Creemos que ante la ausencia de una política criminal clara y determinada, los medios llenan ese lugar manipulando la información y creando a menudo necesidades ficticias o exageradas. Ello nos conduce a pensar el rol determinante que tienen los medios de comunicación en cuanto a la difusión del sentimiento de inseguridad que, tal como lo mencionamos anteriormente, se enrola en el sentido restringido del término.

Cabe señalar que este precario diagnóstico discursivo, es decir, el de vincular exclusivamente la inseguridad con el ámbito de la seguridad personal, sea ésta física o de bienes individuales o colectivos, termina instaurando en la opinión pública la idea de que el origen de las tasas delictivas se debe a la falta de severidad en cuanto a los montos de las penas. Esta escalada del discurso en cuanto al endurecimiento del poder punitivo impulsada en un principio por los medios de comunicación y luego tomada por ciertos sectores políticos con responsabilidad institucional, provoca el impulso de medidas que responden a políticas de mano dura, aumento de penas, limitaciones en las excarcelaciones, aumento de la prisión preventiva, endurecimiento de criterios para otorgar la libertad condicional y salidas transitorias, como también la ampliación de recursos policiales a través de la reincorporación de personal retirado. Con lo cual el Estado, ante la falta de mecanismos de participación ciudadana más directos (el sufragio es esporádico en el tiempo y sólo refleja una voluntad política que lejos está de medir las cuestiones de preferencia individual sobre seguridad), actúa o reacciona en consecuencia y teniendo en miras cuál fue el impacto de la noticia en la opinión pública.

A su vez, es interesante señalar el negocio rentable que surge en relación con el tema de la inseguridad, ya que a partir de los déficits del Estado en atender las necesidades y reclamos que genera la sociedad civil, los sectores medios, medios altos y altos de ésta que están en condiciones de afrontar el gasto acceden a la denominada seguridad privada. Encontrándose el ejercicio de la fuerza por parte del Estado, en relación con la seguridad física, desdibujado por la aparición de este nuevo actor que es la seguridad privada. Como diría Baratta, “estamos en presencia de una renuncia del Estado a la función que debería legitimarlo sobre la base del pacto social moderno”. Es decir que el monopolio de la seguridad y la punición está concentrado en pequeños grupos de poder económico y ello hace que, juntamente con la labor de los medios, se halle en un sistema o movimiento perverso y cíclico del cual resulta bastante complejo salir. Hay que tener en cuenta que el tratamiento que los medios realizan de los acontecimientos sociales responde funcionalmente a los intereses económicos y políticos a los cuales están subsumidos.

Es muy común que al momento de comunicar o transmitir un hecho delictivo se condene mediáticamente al sujeto con la utilización de la expresión “delincuente”, entre otros conceptos alejados de las definiciones constitucionales. Creemos que esta elección no es azarosa sino que responde a un diseño de poder político y económico. A modo de síntesis, podemos decir que el tratamiento de los temas delictivos y similares, en los mass media denota información y connota manipulación, para determinados objetivos de política criminal, decididos desde el Estado y posiblemente desde empresas o grupos económicos, vinculados con la información, o compraventa de mercaderías vinculadas con la protección de la propiedad privada y la seguridad física. Esto nos lleva a concluir que los mensajes de los medios masivos tienen como objetivo “colaborar” con el proceso de marginalización y represión, en el marco de la selectividad del sistema penal.

Consideramos que los medios masivos de comunicación a través del análisis de determinados delitos e imponiendo la agenda mediática de los mismos no sólo influye en la opinión pública, sino que también influye directamente en las medidas de política estatal, las cuales responden a la salida rápida para calmar a la población con aplicación de políticas de mano dura. Lo que se conoce como fenómeno de inflación penal.

Por último, es interesante hacer mención del concepto de seguridad vinculado con el de mercancía, teniendo en cuenta que “la seguridad es una necesidad humana y una función general del sistema jurídico” y que en las últimas décadas se haya convertido en un “bien susceptible de comercialización” es que también se incluye esta característica económica. Y a su vez, esta cuestión última no hace más que reforzar lo visto en aquellas posiciones que se cuestionan el poder y cuyo elemento más sobresaliente es el sistema capitalista y sus consecuencias económicas en la sociedad. El concepto de la seguridad, como surge del ámbito socioeconómico neoliberal, ha generado una tendencia hacia la privatización de los servicios de protección. Que se trate de un bien privado da la idea de exclusión y pertenencia y, sin embargo, son cuestiones sumamente álgidas en nuestras sociedades por hallarse constantemente la pugna entre actores sociales. En estos sistemas, sólo algunos pocos serán protegidos mientras que un vasto sector es catalogado, seleccionado o tildado de peligroso y, por lo tanto, inseguro. La sociedad siente miedo y peticiona medidas inflacionarias que son las únicas que le producen alivio, como la ampliación de facultades por parte del personal de las fuerzas de seguridad. Ante la falta de recursos por parte del Estado para cubrir dichas exigencias, se produce la mercantilización del derecho de la seguridad personal, dando origen a la seguridad privada. Dicho escenario, consecuencia de las políticas neoliberales, termina vulnerando derechos contemplados en la normativa constitucional e internacional.

Entendiendo que las noticias que se transmiten resultan ser una mercancía, sujetas a la ley de la oferta y demanda, es innegable la influencia de subjetividades que atraviesan a cada uno de los informantes. Cada medio de comunicación tendrá lo que se denomina una “línea editorial” propia, lo que implica la adopción de una determinada ideología política y social que generalmente responde a intereses económicos, y los verdaderos propietarios y trazadores de esa línea son inversores desconocidos, multinacionales, ya que quienes son legalmente responsables, generalmente resultan testaferros o presta-nombres.

La relación medios-inseguridad, caracterizada por el manejo y la manipulación que los medios hacen de la violencia delictiva, pasa de ser un tema de fuerte impacto social a un producto de alto consumo, mediado por un discurso ideológico construido y lucrativo que mueve la comunicación de masas. Este vínculo exclusivo entre las noticias en televisión y el temor, se podría explicar por la abundante cobertura que realiza respecto a la delincuencia, es decir, cuantas más horas de noticias sean consumidas por la audiencia, mayor será el incremento del nivel de miedo a la delincuencia.

No puede dejar de responsabilizarse a los medios de generar un clima de miedo urbano, expresado en la sensación de vulnerabilidad de la población. De 1.097 noticias de inseguridad que fueron relevadas, el 37,3% de ellas representa a los delitos contra la vida, el 13% son sobre el delito de robo, el 11,7% está compuesto por otros tipos de delitos y el 10% se refiere a los delitos contra la administración pública. La afirmación de que los noticieros privilegian la publicación de las noticias sobre delitos contra la vida, delitos contra la propiedad y delitos contra la administración pública puede ser extrapolada hacia cualquier momento del año, entendiéndolas como una práctica cotidiana de los medios.

Por otra parte, el hecho de que los medios audiovisuales muestren una programación medial violenta y enfocada en la difusión de delitos, provoca que la ciudadanía llegue a pensar en la (in)seguridad solamente en sentido restringido, es decir, considerar que la seguridad hace referencia a la seguridad física y patrimonial, ya que se relaciona la inseguridad con la criminalidad. La razón para querer disminuir la sensación de temor se centra en los efectos que éste produce en la sociedad: encierro, aislamiento, adquisición de diversos elementos de seguridad (alarmas, armas, rejas); la sociedad demanda más seguridad y articula otros reclamos que, aunque tengan una autonomía relativa, se ven atadas a ella (por ejemplo, más policía, penas más altas, etc.). Por lo tanto, la (in)seguridad (ya que guarda estrecha relación con su contrario, el pedido de seguridad) es un discurso que organiza el problema de la criminalidad y la violencia. Estas son algunas de las actitudes que, a corto plazo, producen sensación de seguridad. Además, los medios también construyen la imagen estigmatizada del victimario, del “otro”; y contribuyen a su vez, a hacer creer que la única víctima de los delitos es la clase social media o alta.

 

Extracto del artículo «El delito como espectáculo» publicado originalmente en la Revista Pensar en Derecho. Norberto Tavosnanska es el director del Proyecto de Investigación DeCyT (Derecho, Ciencia y Tecnología) de la UBA sobre Medios de comunicación y sensación de inseguridad. Tiene a su cargo la cátedra de Criminología del Ciclo Profesional Orientado de la carrera de Abogacía en la Facultad de Derecho de la UBA. A su vez, se desempeña como Juez titular del juzgado Penal, Contravencional y de Faltas N°17 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El proyecto completo de investigación publicado bajo el título «La seguridad como espectáculo» por la editorial Cathedra Jurídica, se puede adquirir en www.emediatrends.com.ar  librería virtual.